«El otro día estaba en un concierto a mi aire, disfrutando en un palco, y de repente vi a una mujer haciéndome señas desde la pista. Diez minutos después apareció en mi palco, me abrazó y empezó a decir: ‘Diles a todos que se vayan, diles que se vayan. Quedémonos los dos solos’. ¡Yo flipé! No pasó nada, claro».
Más allá de por el hecho de venir de una familia humilde, su momento más duro deportivamente hablando fue su discusión con el técnico del Santos cuando le impidió lanzar un penalti. «A veces uno se equivoca. Le pasa a todo el mundo. Pero me avergüenzo», recuerda.
«Sobre todo, cuando volví a casa y me encontré a mi madre llorando. Me dijo que yo no era su hijo, que ese no era el chico que ella había criado. Me dijo que quería que volviese a ser Juninho, como me llaman en casa», añade.