Ronaldo se mentalizó de que tenía que estar con su combinado nacional. Necesitaban cuatro puntos en dos partidos, y de momento la jugada le está saliendo bien. Contra Islandia se le pudo ver a nivel inferior al que en él es habitual: molesto sobre el campo, tuvo que cambiarse las botas y no terminó de encontrarse cómodo en ningún momento. Paulo Bento tenía la excusa perfecta para cambiarle: estaba apercibido de sanción y si veía una tarjeta no podría jugar en Dinamarca el vital encuentro del martes. Pero no, Cristiano no quiso descansar, a pesar de que no le sonrió la suerte de cara al gol.
Sufrió un par de entradas fuertes por parte de los zagueros islandeses y cuando se retiró del partido, se fue ostensiblemente molesto y aplicándose hielo tanto en la cadera, como en los gemelos. Posteriormente no quiso comparecer ante los medios de comunicación en zona de vestuarios como es habitual cuando juega con Portugal, ya que es el capitán. Se subió directamente al autobús y se marchó del estadio con cara de pocos amigos junto al resto de su equipo.
En la jornada del sábado, ni él ni Nani se ejercitaron al mismo ritmo que sus compañeros. Los galenos de la Federación portuguesa de fútbol, con el Dr. Henrique Jones a la cabeza quieren mimar al máximo a su estrella durante las horas que restan para que tenga que volver a jugar frente a la selección danesa el encuentro definitivo en el que un empate les garantiza la clasificación definitiva para la Eurocopa de Polonia y Ucrania de este verano.
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