Ocho desempleados, tres estudiantes, dos maestros y… un futbolista, algunas de las labores que ejercen estos futbolistas.
En el mundo del fútbol hay equipos como el Barcelona que se han ganado un lugar especial en la historia gracias a su original estilo de juego que ha sido incomodo para muchos y aburrido para otros, pero que a la final dio muy buenos resultados y por ello será siempre recordado a través de los tiempos.
También hay equipos como el Real Madrid que serán mencionados por tener en sus filas a varios de los mejores jugadores del mundo. No es de gratis que a este equipo se le reconozca ante el mundo como ‘los galácticos’ y que sean uno de los mejores clubes que se han visto a lo largo de la historia de este deporte.
Pero, la gente no sólo recuerda a esos equipos que sobresalieron por su manera de jugar o por su supremacía ante los rivales, también hay conjuntos que se ganan su propio espacio en la historia gracias a su originalidad y manera particular de marcar una tendencia fuera de lo común.
Ese es el caso de la Selección de Tahití, país oceánico, que se ha puesto de moda por sus pésimos resultados durante la Copa Confederaciones que se disputa en Brasil. Escandalosas goleadas, vergüenzas nacionales y sobre todo poco profesionalismo, son las principales características de sus jugadores y del equipo en general.
En fin, muchas son las curiosidades que se encuentran al analizar los posibles causantes. Sin embargo, la falta de profesionalismo es para mi el más importante, considerando que sólo uno de los 23 jugadores que conforman la selección de Tahití es futbolista profesional, los demás se dedican a distintas actividad que no tienen nada que ver con el fútbol.
Empecemos por lo más curioso, y a la vez triste. Entre los 23 convocados por el seleccionador, Eddy Etaeta, haya hasta ocho desempleados que, por circunstancias, no tienen trabajo en estos momentos. Y es que la crisis afecta a todos, si bien Tahití es una isla de apenas 180.000 habitantes que vive del turismo en su mayoría.
Claro que, dentro del equipo hay profesionales de lo más variopintos, entre ellos, un escalador, el central Teheivarii Ludivion, que se dedica, no a subir el Everest sino a ejercer el noble arte de escalar para arreglar montes, montículos y terrenos peligrosos. Por las noches, se dedica a entrenar en su club, el AS Tefana.
La Liga tahitiana existe, aunque la media de espectadores por partido sea de 100. El capitan, por ejemplo, el número 10, Nicolas Vallar, otro de los centrales, aunque lesionado en el primer partido, es uno de los jugadores desempleados.
Su amateurismo abarca todos los detalles de lo que es un futbolista al uso. Por ejemplo, suelen ir a entrenar en motocicleta, transporte frecuente en el país. No todos, pero muchos, sí. Hay también estudiantes, como Ricky Aitamai, que, junto a sus compañeros, está viviendo una experiencia increíble.
Jonathan Terau es uno de los hermanos de esa saga que inunda la selección con tres hermanos y un primo. Este Terau es repartidor. Distribuye Coca-Cola de una parte a otra de la ilsa. Y por la noche, a entrenar junto a su equipo, el AS Tamarii.
No es el único repartidor. De esta noble profesión encontramos a otros dos, Samuel Hnanyine y Yannick Vero. Este último reparte fruta. Y por la noche, le da a la pelota. Hnanyine distribuye todo tipo de productos y es un caso particular.
Más casos. Los hay de todos los colores. ¿El portero? El titular ante Nigeria fue Xavier Samin que se dedica a enseñar fútbol en una escuela de fútbol… amateur, claro, pues el profesionalismo no existe en los Toi Aito, los guerreros de hierro, como indica su apodo, en referencia a esta pequeña nación que humaniza el fútbol, pese a ser muy flojos para el deporte rey.
Fuente: Marca.com