La reciente victoria ante Brasil ha servido para ratificar que los aficionados tricolores somos muy malos perdedores y peores ganadores.
Antes de decir cualquier cosa, me resulta demasiado importante aclarar que yo también soy colombiano y que todo lo que diré a continuación no tiene nada que ver con diferentes personales o particulares con alguno; simplemente quiero aprovechar este medio para compartir mi punto de vista con respecto a lo que he visto durante este inmejorable momento que atraviesa nuestra amada selección Colombia.
Desde el pasado Mundial disputado en Brasil y hasta este último compromiso en Copa América los hinchas colombianos han tomado una actitud con la que no estoy para nada de acuerdo. Respetando la libertad de expresión y la manera en que cada quien festeja su felicidad, considero que insultar a los jugadores rivales es algo que nadie debería hacer por muy superior que sea su equipo. Sin ir muy lejos, la cantidad de insultos y burlas que se han emitido sobre Neymar deja en evidencia la falta de experiencia en el juego de aquellas personas que se hacen llamar «fanáticos» de este deporte tan lindo.
No estoy justificando nada y mucho menos la desairada reacción del jugador del Barcelona que no debió golpear la espalda de Armero cuando el partido estaba detenido, ni dar un cabezazo a Murillo después del pitazo final. Lo que quiero decir es que si bien es cierto que el atacante brasileño actuó mal, también queda claro que quienes menos deben juzgarle son esa manada de sedentarios que en la puta vida han cogido una pelota de fútbol, se han metido a una cancha y han sentido todas las emociones que se generan en el cuerpo durante un partido, aunque sea en la cuadra del barrio.
Lo que se ha hecho con Neymar en las últimas es solo una más de las tantas veces que los hinchas colombianos se han dejado llevar por el buen nivel de la selección y han caído en actitudes bastante desagradables. Irónico me resulta pensar que nos estamos dando a conocer ante el mundo como unos malos perdedores y peores ganadores. Cuando perdemos buscamos justificar la derrota en los árbitros, en el estadio, en la organización o en cualquier otra cosa que no permite a los demás pensar que nos ganaron porque fueron mejores.
Como si fuera poco, la humildad se nos va cada vez que la tricolor logra algo histórico como clasificar a cuartos de final de una Copa del Mundo o ganarle a Brasil después de 24 años sin hacerlo. Es entonces cuando caemos en el fanatismo y comenzamos a menospreciar a las demás selecciones. Las redes sociales se han convertido en el epicentro de las burlas e insultos que expresamos cada vez que nuestra amada Colombia ratifica por qué está ubicada en el cuarto lugar del ranking mundial de la FIFA.
Otra de las características que hemos adquirido en este último tiempo tiene que ver con la poca memoria que tenemos y la manera inmediatista en que afrontamos cada resultado de nuestra selección. Cuando el equipo gana se dice que tenemos los mejores jugadores del mundo. Pero cuando pierde les caemos encima por falta de compromiso. Lo dicho queda ratificado con los dos partidos que se han disputado en esta Copa América. Cuando se perdió con Venezuela, selección a la que todos menospreciaron, las criticas fueron tantas que hasta algunos pidieron la salida de José Pékerman, el mismo que hace unos meses postulaban a la presidencia de la República. Con el mismo entrenador y diez de los mismos jugadores, se le ha ganado a Brasil y otra vez han vuelto a ser los verdaderos héroes del país. Los llevamos del cielo al infierno y luego los regresamos en apenas un par de días. ¡Ay Dios!
Además, La euforia es tanta que hoy en día no respetamos ni siquiera a los rivales que enfrentamos en los partidos amistosos. Mucho escuché decir que parte de la culpa de la derrota ante Venezuela fue por culpa de «mala preparación» previa. O sea, enfrentar equipos como Costa Rica, Kuwait, Baréin o El Salvador, entre otros, ya no son dignos de nuestra selección. Ojalá revisaran la historia y se dieran cuenta que contra países de menos nivel competitivo también se perdía hace unos años. Demos gracias que por lo menos estos compromisos de fogueo nos han servido para golear y llenar de confianza a los jugadores. Pero como ahora nos creemos los mejores del planeta.
En fin, por estas y otras cuantas razones más que no considero importante destacar en este momento, hoy quiero apelar a una famosa e histórica frase que me lleva a concluir que «Amo a la selección Colombia, pero Odio a los hinchas colombianos».